EDITORIAL
De acuerdo a lo planeado ya estamos en la calle con la segunda edición intentando dejarles un poco de nuestra historia.
Esta historia de Córdoba plagada de mitos, leyendas y personajes que se fueron transformando en íconos de nuestro acerbo cultural.
En este número la Revista El Observador le dedica la página central a “la Papa de Hortensia”
y el hecho cultural que ésta marcó en Córdoba y sus habitantes.
Debido al éxito con que nos acogieron nuestros vecinos aumentamos de 12 a 16 páginas esta tirada.

Esperamos contar muy pronto
con su participación!

NOTA CENTRAL
El Gordo
Mariano Cognigni
Escritor

Basta pronunciar mi apellido para que me pregunten “¿Sos pariente del…?” y aquí la variación es infinita: gordo, gringo, jetón, ñato, lungo, panzón, grandote… Tenía decenas de apodos, mi padre, y todos le cuadraban bien. Luego me someten a un largo interrogatorio que, en general, consiste en averiguar cómo era él, más allá de sus creaciones.

Pues bien, era, por sobre todas la cosas, un tipo bonachón y cargado de pasiones, que basaba su vida en tres pilares fundamentales: su familia, su trabajo y los amigos, aunque los límites entre estos tres aspectos eran bastante difusos. Algunos de los colaboradores de la revista ya eran casi parientes nuestros de tantas horas que pasábamos juntos, la casa era también sala de redacción, de reunión, de conciertos y hasta de baile. En las oficinas de Hortensia uno nunca sabía cuándo estaban trabajando y cuándo divirtiéndose porque las dos cosas eran más o menos lo mismo. Sin embargo, el viejo necesitaba silencio y soledad para escribir y dibujar, tenía a su favor un gran insomnio que lo mantenía despierto hasta tarde en el tablero de dibujo o en la máquina de escribir y que lo madrugaba temprano al día siguiente; tenía en su contra que las ideas le venían en cualquier momento y se le escapaban muy fácilmente, por eso llevaba siempre los bolsillos llenos de papelitos con bocetos y anotaciones, papelitos que indefectiblemente acababa perdiendo.

Para él la amistad era una institución, era casi imposible caminar en su compañía, una cuadra por el centro sin que se detenga a charlar con los amigos que aparecían como hormigas cuando lo veían pasar, y con ese tamaño, como para no verlo. De más está decir que llegábamos tarde a todos lados.

Si bien es recordado principalmente por el humor cordobés, participó de muchos salones internacionales con dibujos mudos y de un corte universal, por lo general eran ilustraciones de una trama cruel o de humor negro que criticaban duramente a la guerra, al riesgo nuclear o al imperialismo.

En política, su ideal era el socialismo y estaba afiliado al partido socialista democrático; sin embargo, también admiraba y respetaba a dirigentes de otras extracciones, por ejemplo a don Arturo Illia, quien algunas veces nos sorprendió con su visita a casa a pesar de estar ya bastante viejito. Cuando vino el golpe de Estado, nuestros padres estaban seguros de que vendrían por ellos; en caso de que “algo les ocurriera”, en un sobre cerrado, me dejaron una larga lista de instrucciones y de personas que cuidarían de nosotros. Por suerte, nunca tuve necesidad de abrirlo.

Mi viejo no era simpatizante de ningún cuadro de fútbol en particular, aunque siempre estaba al tanto de los resultados para hacer el chiste “Así Es” en La Voz del día siguiente. Contrariamente a lo que muchos piensan, era un tipo más bien serio, a pesar de ser simpático; él mismo se encargaba de aclarar que era humorista, no cómico, un buen relator, pero no tanto contando cuentos.

Tenía diversas inquietudes e intentaba hacer todo al mismo tiempo, escribir, dibujar, incursionar en la pintura, en la historieta, en el cine y en el teatro; pero además se interesaba por la ciencia, la literatura, la historia, la política y la filosofía. Para él la vida misma era un fenómeno cultural.